Cuenta
la historia que hace mucho tiempo una isla se encontraba dividida por un gran
acantilado. Ambas zonas eran tan diferentes como el día y la noche.
En el lado
bueno los campos eran fértiles llenos de árboles, flores, pájaros; regados por
ríos llenos de peces.
En el lado malo, apenas había agua y plantas, y para
colmo estaba infestado de bestias salvajes. Era en este lado en el que vivía
una tribu, seres atemorizados por su dura vida y las fieras que de vez en
cuando devoraban a un habitante.
Según
la leyenda de la tribu, algunos antepasados pudieron cruzar el acantilado con
ayuda de una vara larga, pero los habitantes de la tribu no creían esto posible
y nunca lo intentaron.
Años
más tarde, una joven pareja perteneciente a la tribu que deseaba una vida mejor
decidió saltar al otro lado a pesar de la incertidumbre que los invadía y el
pesimismo del resto de los habitantes, pero cuando saltaron se encontraron con
la sorpresa de que habían llegado al lado bueno de la isla. A lo lejos la gente
decía: “Ha sido suerte”, “Supongo que lo haré mañana”, “¡Qué salto tan malo!
Casi se matan, si no fuera por la vara no se salvan…” La joven pareja entendió
que al otro lado solo se oían voces de resignación de personas sin sueños, con
mucho miedo y desesperanzas. Ellos nunca saltarían hacia la cara buena de la
isla. ¿Saltarías?
Reflexión
Muchas
veces nos encontramos en la misma situación de los habitantes de la tribu. No
queremos arriesgar por miedo al cambio y la incertidumbre nos paraliza, incluso
estando en malas condiciones.
Sugiero
que marquemos un objetivo, formulemos acciones a realizar para conseguir el
objetivo, definamos un plan de contingencia y arriesguemos, como dice una de
las frases célebres de Steve Jobs: “El momento es ahora”.