Un científico, vivía preocupado tratando de solucionar los problemas del mundo. Cierto día, su hijo de 6 años, invadió su lugar de trabajo, dispuesto a ayudarle a encontrar las ansiadas soluciones. El científico incómodo por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lugar.
Viendo que era imposible sacarlo, el padre pensó en algo que pudiera distraer su atención: encontró una revista, donde había un mapa del mundo, con una tijera lo recortó en varios pedazos y se los entregó al niño con un rollo de cinta, le dijo: Hijo, como te gustan tanto los rompecabezas, te voy a dar el mundo en pequeños pedazos, para que lo repares. El científico pensó que tardaría semanas en resolverlo, o quizás nunca lo lograse, pero le dejaría tranquilo por un tiempo.
Pasada algunas horas escuchó la voz del niño: “Papá, papá, ya hice todo, conseguí terminarlo”. Al principio el padre no dió crédito a las palabras del niño, pensando: ¡No puede ser, es imposible que a su edad, haya conseguido recomponer un mapa que jamás ha visto! Para su sorpresa, el mapa estaba completo. Entonces le preguntó: “Hijito, tú no sabías cómo es el mundo, ¿cómo lograste armarlo?”
El niño respondió: “Papá, yo no sabía cómo era el mundo, cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi del otro lado la figura de un hombre. Así que le di la vuelta a los recortes y comencé a recomponer al hombre, que sí sabía cómo era, cuando lo conseguí, di vuelta a la hoja y me di cuenta que había arreglado al mundo.”
Reflexiones:
Los grandes cambios se consiguen con cambios pequeños.
Podemos “arreglar el mundo” empezando por nosotros mismos.
Nunca debemos subestimar a las personas, de todos podemos aprender algo.
Los grandes cambios se consiguen con cambios pequeños.
Podemos “arreglar el mundo” empezando por nosotros mismos.
Nunca debemos subestimar a las personas, de todos podemos aprender algo.